Mussolini, versión siglo XXI

La NaciónCulturaLa Nacion13/11/20254 Views

“Ha nacido el fascismo. Una criatura bellísima, hecha de ideales, de cambio, que conquistará a miles de seguidores”, clama una figura frente al público, de espaldas, antes de darse vuelta y mirar a cámara; vale decir, a nosotros, los espectadores. “Incluso tal vez (los conquistará) a ustedes. Síganme”, agrega, con una sonrisa ambigua. No sorprende que el trailer de la serie Mussolini: hijo del siglo haya causado escozores en Italia, cuando se estrenó hace unos meses de manera sincrónica en múltiples plataformas. El Benito Mussolini de ficción –interpretado por el actor Luca Marinelli– es demasiado verosímil, casi un calco del que cien años antes llamaba a la península a convertirse a su novísimo movimiento. El pasado se volvía de pronto presente, aunque siempre había estado ahí, agazapado.

Que Mussolini fuera controversial era predecible. Ya lo había sido la masiva tetralogía del novelista Antonio Scurati, en cuyo primer tomo se inspira la serie. Lo singular es que la polémica haya quedado atada menos a tal o cual dato infiel a la realidad histórica que a su fulminante estructura dramática. En sus ocho capítulos, la serie narra, como en cualquier película de época, eventos políticos clave, además de citar palabra por palabra muchos discursos del propio Mussolini, pero los sume en una representación paródicamente shakesperiana. Ahí están no solo la violencia, el cálculo político, la falta de escrúpulos dignos de un Macbeth, sino también esos apartes tan bien explotados por el dramaturgo inglés y que hoy, en jerga cinematográfica, se traducen como “romper la cuarta pared” (algo que, por citar un antecedente, ya había hecho Ian McKellan en Ricardo III, la película de Richard Loncraine, de 1995). La banda sonora, con su música electrónica, es otro factor clave de esa teatralización. Ese Duce de hace un siglo suena, en público y en privado, con ecos contemporáneos.

Benito Mussolini el 28 de octubre de 1922, cuando inició la Marcha Sobre Roma

Mussolini busca pintar el magma del que surgió el fascismo, la incertidumbre que le permitió a aquel líder arribista azuzar a los suyos en la primera posguerra con su mantra de que “el mundo como funcionaba antes, ya no funciona más”. El período de la acción es acotado: desde el momento en que el futuro Duce, exsocialista, funda su movimiento (nacionalista y no internacionalista), hasta 1925, cuando, ya primer ministro, deja entrever, en una insólita y prepotente sesión parlamentaria tras el asesinato del opositor Giacomo Matteotti, que se apresta a iniciar una dictadura con mayúsculas. Lo hace mirando a cámara, al espectador, por medio de un simple “silencio”. “La democracia sobrevive por mi gentil concesión… por ahora” ya había adelantado.

Mussolini: hijo del siglo es en todos sentidos inquietante, pero también reveladora en sus implicancias actuales, como ese “Make Italy Great Again” que el Duce espeta de improviso. Por un lado, recuerda sin buscarlo que el fascismo en el poder se definía por el papel totalitario que le asignaba al Estado (“Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”, era su consigna), algo que debería poner en entredicho la automática banalidad con que hoy, al apelar a la palabra fascista, se busca desacreditar a un rival o a un interlocutor .

Por otro, gracias a la estridente elocuencia de su protagonista, permite otorgarle a esa designación un segundo sentido, más acotado y preciso. El contenido ideológico puede ser otro, pero la retórica, la lógica de esa retórica, puede escucharse tanto a derecha como izquierda, incluso entre supuestos demócratas: el agravio, el desprecio por los que defienden otras ideas, la mentira programática son parte de lo que podríamos llamar simple fascismo verbal. Mussolini: hijo del siglo, se dirá, es una serie, puede tomarse sus licencias. Basta, sin embargo, una hojeada a los libros de historia para confirmar que en ese punto –el fascismo retórico– nunca miente ni exagera.

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