En el Patio de Honor de los Archivos Nacionales, en la Bolsa de Comercio, en la torre de la Bastilla o en los jardines de las Tullerías y el palacio de Sully: Durante la Semana de Diseño de París el arte y el diseño coparon los edificios públicos con instalaciones multidisciplinarias. Estos dispositivos performáticos transformaron el espíritu patrimonial en una fiesta para los sentidos. Con intervenciones artísticas y lúdicas, los 15 años de la Paris Design Week respondieron a la consigna que hiló todos los festejos: “Regeneración”.
En términos de urbanismo, la regeneración se palpitó en cada monumento histórico. En diálogo con la arquitectura patrimonial, los diseñadores, escenógrafos, coreógrafos e iluminadores tuvieron carta libre para desplegar propuestas efímeras de gran impacto. En una gran piscina, cuencos de cerámica flotaban y chocaban entre sí produciendo sonidos aleatorios en la Bolsa de Comercio (la restauración del edificio fue proyectada por el arquitecto japonés Tadao Ando, el maestro de la luz).
Las 577 sillas dispuestas en el semicírculo de los Archivos Nacionales contenían palabras vinculadas al ejercicio de la democracia. Un jardín textil transformado en laberinto reconfiguró el patio de honor del icónico Hotel de Sully. Los espejos giratorios invitaban a interpretar los reflejos de las personas y del patrimonio en el Museo de la Caza y la Naturaleza.
Arte, fotografía, danza, música y diseño conjugaron en tiempo presente el valor histórico de los hitos nacionales más emblemáticos de París, que abrieron sus puertas para la celebración que ganó las calles. Fue en el marco, además, de la edición de Maison&Objet, dos eventos que, a pura sinergia, sacudieron a la ciudad europea entre el 3 y el 10 de setiembre.
En diálogo con la arquitectura patrimonial, los diseñadores, escenógrafos, coreógrafos e iluminadores tuvieron carta libre para desplegar propuestas efímeras de gran impacto
Las instalaciones performáticas le cambiaron el pulso a distritos como Le Marais, Saint-Germain-des-Prés, la Ópera y la Bastilla: latieron fuerte al ritmo de la invitación a dejar de ser un mero espectador para transformarse en protagonista de la regeneración.
Los espejos giratorios, como trompos metálicos, fueron una sensación. Spinning Around (Dando vueltas), la propuesta de Sophia Taillet, convirtió el patio del Musée de la Chasse et de la Nature en un escenario de percepciones en movimiento. La obra estuvo compuesta por nueve estructuras que, en un silencioso “baile” al aire libre, dialogaron con la arquitectura del hôtel particulier del siglo XVII que alberga al museo.
Concebida a partir de la idea de circularidad, la instalación buscó vincular al público con los movimientos de los bailarines y los artesanos. Cada espejo, al girar sobre sí mismo, mostró fragmentos cambiantes del edificio y multiplicó las perspectivas, invitando al espectador a reformular su contemplación del patrimonio arquitectónico.
Con un movimiento continuo se generó una experiencia inmersiva que desdibujó los límites entre objeto y entorno. Grandes y chicos hacían girar los dispositivos, a distintas velocidades, y acompañaban su movimiento para ver con otros ojos las proyecciones propias y ajenas. Como extensión de la instalación, la puesta coreográfica de François Malbranque y las composiciones sonoras de Matthieu Gasnier reforzaron la dimensión escénica, y duplicada, de la obra.
“La idea fue transformar un espacio histórico en un teatro donde la luz, el ritmo y la reflexión entrelazaban un diálogo sensorial con la arquitectura”, señaló Taillet, diseñadora interdisciplinaria francesa que explora los bordes entre el arte, el diseño y la artesanía. Graduada en la emblemática École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs de París y formada en la School of Visual Arts de Nueva York, su investigación sensorial fue una de las grandes apuestas.
La herencia monumental de París es descomunal. Y es una de las razones por las cuales ostenta el primer puesto como ciudad europea más visitada, con casi 100 millones de visitantes en 2024, en parte gracias a los Juegos Olímpicos y la reapertura de la Catedral de Notre-Dame, según su Oficina de Turismo. La euforia sigue más viva que nunca. De hecho, a las 375 propuestas de la agenda de la Semana de Diseño se sumaron 250 mil visitantes, mientras que a Maison&Objet asistieron más de 50 mil visitantes.
Entre los íconos patrimoniales reinterpretados que rompieron con los códigos se destacó la intervención Corales de libertad, en el corazón de la Plaza de la Bastilla. De manera excepcional, el Centre des Monuments Nationaux abrió para el público la Columna de Julio, uno de los símbolos patrimoniales que se convirtieron en emblema de la lucha por la libertad y la justicia. Allí, en los escalones de la torre levantada en 1840 por el rey Luis Felipe I para conmemorar la Revolución de Julio de 1830, los corales textiles se expandieron por los 47 metros de altura hasta coronar la escultura dorada del remate. La artista Aude Franjou creó esta obra de fibras de lino en un degradé cromático que fue del blanco al rojo. “Las ramas de coral como metáfora de muerte y renacimiento, con cada tono como símbolo de una etapa distinta”, dijo Franjou sobre la experiencia en el hito urbano.
Por otra parte, el típico circuito por los alrededores del Museo del Louvre, en el Jardín de las Tullerías, se vio alterado por un globo gigante de helio y la llama del pebetero olímpico. El mismo autor de la antorcha, Mathieu Lehanneur –una de las estrellas del diseño francés- desarrolló En el aire: un globo elevado a más de 60 metros, que revivió la magia de los Juegos Olímpicos. De día y de noche se lo veía, gigante, flotando en los alrededores del museo. Este anillo de fuego eléctrico, de siete metros de ancho y rellenado con 6200 m³ de helio, se elevó todas las tardes en el mismo jardín donde el inventor francés Jacques Charles despegó en su primer globo de gas, el 1° de diciembre de 1783.
Cuando la Semana del Diseño de París invitó a Claire Renard y Jean-Sébastien Blanc a crear una instalación en el patio del Hôtel de Soubise, los diseñadores descubrieron que la sede de los Archivos Nacionales conservaba el ejemplar original de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. El dúo pensó entonces en cómo hablar sobre dos problemáticas: “El declive de la libertad de expresión y las amenazas que pesan sobre la democracia en el mundo”, dicen. Por eso, instalaron 577 sillas, un paralelismo con el número de bancas de la Asamblea Nacional. “Estos escaños representan las voces de muchos ciudadanos. Nos interesa la dimensión política en nuestro abordaje. Esta exposición es una invitación a vivir en armonía con nuestras diferencias”, apuntaron.
Jean-Sébastien Blanc y Claire Renard, pioneros del supraciclaje [aprovechamiento de productos o materiales de desecho] durante veinte años, titularon la puesta El Hemiciclo del Ciudadano. Cada silla representaba un concepto: diversidad, libertad, feminismo, revolución…
En el Hôtel de la Marine también se levantó una instalación monumental. En el marco de las Jornadas Europeas del Patrimonio, que coincidieron en septiembre con la Semana del Diseño, Jérémy Pradier-Jeauneau desplegó un laberinto textil. La intervención que combinó el saber hacer artesanal y la tradición patrimonial francesa se coló por el Patio de Honor y los salones. Fue una propuesta que interpeló desde el homenaje a los oficios y el legado de esta construcción neoclásica del siglo XVIII.
El circuito, diseñado en 3 capítulos y concebido como una película, narraba la historia “de héroes y heroínas que luchan contra los acontecimientos y contra sí mismos, y que finalmente logran elevarse antes de alcanzar la felicidad”, explicó el autor y cineasta, que integra la generación de diseñadores emergentes. Así, Jérémy desplegó su potencial en el edificio construido entre 1757 y 1774 para alojar al Garde-Meuble de la Corona, la institución responsable del mobiliario real. Entre 2017 y 2021 se realizaron obras de restauración que permitieron descubrir capas de decoraciones originales en este monumento nacional de Place de la Concorde, testigo de la historia de Francia. También se recuperaron muebles históricos, tapices y objetos decorativos.
Además, el público pudo acceder a una de las joyitas arquitectónicas de la ciudad que no suelen estar abiertas. La Maison-Atelier Ozenfant, diseñada por Le Corbusier, convocó a fanáticos de su arquitectura, que llegaron al Distrito XIV para disfrutar de la instalación del dúo Hyacinthe y Leimotiv. En la casa taller del pintor Amédée Ozenfat (1886-1966), el reconocido arquitecto desarrolló el concepto de “Purismo”.
En tanto, un gran diván en color azul marino invitaba a bajar un cambio y renovar fuerzas en las terrazas del Hôtel de Sully. En el sofá gigante diseñado por Lucas Huillet y el perfumista Alexandre Helwani la experiencia sensorial, titulada Folie, fue la elegida para una pausa en medio de una agenda cargada de experiencias. Esta isla de desaceleración estuvo ambientada por aromas que acompañaban la sensación de bienestar en este monumento nacional construido para el duque de Sully entre 1624 y 1630. Desde 1967 aloja la sede del Centro de Monumentos Nacionales, la institución a cargo de la conservación del patrimonio histórico francés. Por su ubicación estratégica –salida directa a la Place des Vogues, en el barrio Les Marais-, esta exmansión privada fue una de las más visitadas.
La Bourse de Commerce (Bolsa de Comercio) -Colección Pinault sorprendió por la sutileza y la emoción de la instalación acuática y musical de Céleste Boursier-Mougenot. Este proyecto inmersivo (por fuera del programa de Paris Design Week) transformó la gran rotonda en una piscina de 18 metros de diámetro que reflejaba el cielo a través de la cúpula del museo. Sobre esta extensión azul, los cuencos de porcelana blanca se movían a partir de una corriente suave y continua, generando vibraciones acústicas al chocar entre sí, de forma inesperada. La sinfonía espontánea se tituló “clinamen”, un término de la física epicúrea que refiere a la trayectoria aleatoria de los átomos en movimiento, un concepto que resuena con el aspecto impredecible de la obra.
Las propuestas interpelaron más allá de la mera observación. En cada edificio patrimonial se regeneró el espíritu histórico a partir de laboratorios a cielo abierto, auténticas plataformas creativas que convocaron a los visitantes a levantar la mirada, a recorrer la arquitectura a otro ritmo. Y a ser parte de la regeneración.