Terminé muy pronto una gestión y me quedaba una hora larga hasta mi cita. Como estaba al lado del barrio donde vivió mi abuelo hace un siglo, me puse a callejear. Hacía más de 10 años que no lo pisaba, y a esos sitios hay que volver de vez en cuando, en terapia proustiana, por si te viene una epifanía de las que te arreglan el mes.