Santiago Caputo, entre tener firma o quedarse afuera: el dilema del hombre más influyente del Gobierno

elDiarioAREl Diario Ar19/10/20255 Views

El peso del asesor volvió a crecer tras el acuerdo con Trump y la “diplomacia paralela” que activó en Washington. Pero su avance, sin un cargo formal que lo responsabilice de sus decisiones, desató nuevas tensiones con Karina Milei, choques con Guillermo Francos y recelos en la Cancillería.

La interna libertaria se muda a Cancillería: críticas a Werthein y nuevas tensiones entre Santiago Caputo y Karina Milei

La semana en que Javier Milei consiguió —no sin traspiés— la foto con Donald Trump también fue la semana en que Santiago Caputo recuperó poder. El artífice de la “diplomacia paralela” libertaria, que viajó a los Estados Unidos un día antes que la comitiva oficial y regresó un día después, se movió entre think tanks conservadores, lobistas vinculados al trumpismo y asesores republicanos que lo reconocen como el verdadero arquitecto del vínculo con Washington. Fue su triunfo personal. Pero en Buenos Aires, ese mismo éxito volvió a abrir la grieta que atraviesa al Gobierno: la disputa por el control político de la gestión.

En la Casa Rosada se impuso la lectura de que Caputo “se sobreactuó”. Lo dicen en voz baja funcionarios de distintos rangos. “Hay límites que no se pueden seguir cruzando: si maneja relaciones exteriores, redes, comunicación y la estrategia electoral, termina decidiendo más que el propio Presidente”, deslizó una persona que trajina los despachos de Balcarce 50, como si lo que describiese fuese una novedad. Es que, al menos desde la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete, en mayo de 2024, el asesor todoterreno se movió como una Pac-Man. Pero ahora algo parece haber cambiado: algunos ya no ocultan el malestar con el “modelo Caputo”, ese formato de poder informal, sin cargo y sin firma, que domina sin dar la cara.

Santiago Caputo durante la cena de gala de la CPAC Argentina, en diciembre de 2024.

El canciller Gerardo Werthein fue el primero en chocarlo. Durante el viaje a Washington, las tensiones por el manejo de la agenda presidencial se volvieron inocultables. Luego del almuerzo con Trump, donde nada marchó de acuerdo al plan, comenzaron los reproches. Desde el entorno del asesor aseguran que fue él quien habilitó el diálogo con el trumpismo, a través del estratega Barry Bennett, que hoy oficia de nexo informal del Gobierno con la administración republicana.

De hecho, Bennett fue quien, durante su visita a la Argentina, dejó una frase que podría leerse como una exigencia: “Él debería tener un cargo”. La pronunció en un departamento de Puerto Madero, el jueves previo al viaje de Milei a Washington, en medio de una reunión organizada por el propio Caputo con los diputados Miguel Ángel Pichetto (Encuentro Federal), Cristian Ritondo (PRO) y Rodrigo de Loredo (UCR). “Nosotros apostamos a este Gobierno, pero está muy solo”, dijo ese día, según recontruyó María Cafferata en este diario. La escena, tan informal como simbólica, dejó una lectura política inmediata: Estados Unidos ya no le pedía garantías de gobernabilidad a Milei, sino directamente a sus aliados.

Santiago Caputo y Barry Bennett, asesor de Trump.

Según los testigos, Bennett planteó la necesidad de un “coalition building” —una construcción de coalición política—, en línea con lo que días antes había transmitido el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, al ministro de Economía, Luis Caputo, tras el anuncio del salvataje financiero norteamericano. Algunos hasta interpretaron que el trumpista pedía un gobierno de coalición con el PRO y la UCR, pero en el oficialismo se apuraron a desmentirlo. “No es eso, es cuestión de estrategia y gobernabilidad”, explicaron cerca de La Libertad Avanza.

Interna espesa

El clima puertas adentro de la Casa Rosada es cada vez más espeso. Karina Milei no deja de sospechar que Caputo destuvo detrás —por acción o por omisión— de la filtración de los audios de Diego Spagnuolo, el extitular de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), que la apuntan como “coimera”. Según distintas fuentes, hace dos meses que mantiene con él un trato relativamente distante, aunque el Presidente lo sigue considerando un imprescindible de su “triángulo de hierro”. “Junto con Karina, Santiago es la única persona a la que Milei escucha incluso cuando no quiere hacerlo”, graficó un funcionario que lo trata a diario.

Lo cierto es que en el ámbito karinista no cayó bien que Caputo organizara la reunión con Bennet sin avisar. En el entorno de Martín Menem lo acusaron, por lo bajo, de “operar por cuenta propia” y de buscar protagonismo en medio de la campaña. La apuesta del asesor es clara: convertirse en el garante del nuevo consenso político que Milei necesita para sostener el programa económico después del 26 de octubre. “El objetivo fue mostrar que todavía hay margen para el diálogo razonable”, explicó uno de los emisarios de confianza del estratega.

Karina Milei, Guillermo Francos y Santiago Caputo juntos.

Sin embargo, pese a las desconfianzas, Karina le otorgó a Caputo una suerte de “última vida” a mediados de septiembre, cuando lo formalizó como estratega principal de la campaña nacional durante una reunión en Olivos. En ese encuentro, Pilar Ramírez, su principal aliada en la Ciudad, fue ungida como coordinadora política nacional, con la tarea de articular los armados provinciales y ordenar el vínculo con los jefes de campaña distritales. En la residencia presidencial se leyó el gesto como un intento de equilibrio: Caputo volvía a ocupar cierta centralidad, pero dentro de un dispositivo bajo control de la secretaria general de la Presidencia.

En paralelo, Las Fuerzas del Cielo, la agrupación que responde a Caputo y está referenciada en el Gordo Dan, volvió a ganar peso en el área de comunicación. Su tropa retomó un rol clave en la batalla discursiva en redes y tuvo presencia en los principales eventos que encabezó Milei, desde el acto en la ciudad de Córdoba hasta el show del Movistar Arena. La apuesta fue insistir en la combinación de músculo digital y despliegue territorial, un equilibrio que en el oficialismo reconocen que se había roto durante la campaña bonaerense previa al 7 de septiembre.

Santiago Caputo y su tropa en el Movistar Arena. Arriba, de izquierda a derecha: Agustín Romo, Gordo Dan y Lucas "Sagaz" Luna. Abajo: el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, y la abogada Macarena Alifraco.

¿Take over macrista?

Por su parte, Guillermo Francos observa con creciente inquietud el avance de la figura de Caputo. El ministro coordinador empoderó a Lisandro Catalán como ministro del Interior para poner orden y articular con los gobernadores, pero empieza a ver en el consultor un obstáculo formal. “El jefe de Gabinete soy yo, y Caputo no tiene firma ejecutiva”, apuntó Francos en una entrevista televisiva. En los despachos libertarios ya se habla de una convivencia tensa: ambos comparten el oído presidencial, pero compiten por definir el rumbo.

A todo esto se suma un nuevo actor: Mauricio Macri. En el oficialismo ya se da por hecho que el expresidente buscará incidir en la reconfiguración del gabinete si el mileísmo consolida el resultado electoral, aunque tampoco faltan los que especulan que una derrota podría abrirle mejor el camino. Macri tiene línea directa con Francos, y hace tiempo observa con recelo la influencia de Caputo. En el Gobierno no lo niegan: la alianza con el PRO, indispensable para sostener la gobernabilidad, podría derivar en una nueva ingeniería interna donde el asesor pierda terreno frente a los viejos cuadros del macrismo.

Mauricio Macri y Guillermo Francos se encontraron en un acto organizado por la Embajada de Arabia Saudita en el Hotel Four Season.

Macri ya dio a entender que su predisposición a colaborar no será gratuita. En su cuenta de X, tras su último encuentro con Milei, escribió: “Es bueno haber retomado el diálogo después de más de un año, siempre con la misma vocación: decirle la verdad al Presidente sobre lo que pienso de la situación del país y encontrar oportunidades para trabajar para que la Argentina salga adelante”. En el Gobierno interpretaron ese mensaje como una advertencia: el expresidente busca condicionar y colocar figuras propios a partir de diciembre, una vez que los ministros Patricia Bullrich y Luis Petri desembarquen en el Congreso.

¿Tendrá firma finalmente Caputo, como reclamó Bennett? ¿Aceptará la exposición pública que evitó a lo largo de estos casi dos años? ¿O se quedará sin lugar cuando termine la tregua con Karina? En los pasillos del poder, esos interrogantes tienden a transformarse en dilema: crece el rumor de que el asesor deberá hacerse responsable de sus decisiones o quedará afuera del círculo presidencial.

Sin la indulgencia de la hermanísima, su poder sigue siendo el mismo de siempre: enorme y frágil a la vez. Opera sin cargo, sostenido por la lealtad de Milei y a pesar del creciente recelo de los funcionarios que no controla. En el tablero libertario, la única constante es su sombra: la de un estratega que todavía no sabe si lo espera la consagración o el exilio político.

PL/MG

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