
“Moro de mierda”. “Mena”. Son algunos de los ataques que vomitaron algunos en redes sociales el pasado 22 de septiembre. Aquella noche, un chico español de 18 años optaba a ganar el Balón de Oro. Lamine Yamal estaba en París, vestido de Dolce&Gabbana, acompañado por toda su familia, feliz, ambicioso. El galardón se lo llevó el otro favorito, Ousmane Dembélé. Pero el chaval volvió a llevarse el Trofeo Kopa al mejor futbolista menor de 21 años. Y generó tanta conversación como el francés. Para bien. Y para mal. Porque en su caso, el origen humilde de su familia y los países de procedencia de sus progenitores —ella es de Guinea Ecuatorial, él de Marruecos— pesan en cómo lo percibe y lo trata parte de sus compatriotas. O, al menos, esos que se manifiestan en las redes sociales. Sus goles, sus celebraciones o sus sonoras publicaciones, junto con su incontestable éxito en tanto que uno de los mejores futbolistas del momento, despiertan el odio de aquellos que lo advierten diferente por sus orígenes y su color de piel. Y no es el único. Le ocurre lo mismo al madridista Vinicius Jr. o a los jugadores del Athletic Iñaki y Nico Williams, que han denunciado en varias ocasiones los ataques racistas que reciben en España.





