Una frondosa arboleda de plátanos orilla las aceras de la calle principal. Es la avenida Maipú. Sobre sus márgenes están las viviendas más antiguas que hilvanan la historia del lugar: el cine, la primera comisaria, la pulpería, el club, la biblioteca, la cárcel… Todas ellas fueron el punto de partida para la concreción de un proyecto que busca nuevas oportunidades para la localidad.
Tamberías, en el suroeste sanjuanino, es uno de los pueblos más antiguos del Valle de Calingasta. Nació alrededor de 1866 como respuesta al desarrollo minero que, unos años antes, había iniciado la gobernación de Domingo Faustino Sarmiento, en el vecino distrito de Hilario.
Tuvo su momento, hoy es una población pequeña que busca un sitio en la ruta turística del valle, protagonizada por Barreal, unos 25 km al sur.
La idea nació muchos años atrás. Tenían un patrimonio arquitectónico muy antiguo, una muestra del San Juan colonial. Era oro puro.
En 2010, el casco histórico se convirtió en Patrimonio Cultural e Histórico Municipal. Pero, recién en 2017 se inició la puesta en valor de ese sector. Las fachadas de las construcciones más significativas se restauraron. Solo la escuela fue reconstruida en su totalidad con la técnica de material en crudo, porque el resto son propiedad privada. Todas forman parte de un recorrido guiado por jóvenes locales. La iniciativa pretende dar nueva vida a Tamberías y ofrecer un motivo suficiente para hacer un alto y conocer el pueblo.
Hoy Tamberías cuenta con tan solo 2.800 habitantes. La mayoría vive del empleo público, algunos otros de la agricultura. Aquí se cultiva ajo para exportación. Una variedad gigante que llaman “pata de elefante” y se vende principalmente a Canadá. También hay viñedos, que poco a poco ocuparon el lugar de los nogales y los primeros manzanos.
También hay un puente, inaugurado hace poco, para unir la localidad con la RN 149 por donde se accede. Pero calcularon mal. Entonces, cuando el río de Los Patos crece, es imposible avanzar. El puente se cierra durante primavera y verano y Tamberías queda semi aislada. Para llegar hay que acceder por Sorcayense al norte o Barreal al sur, localidades vecinas, que permiten el cruce de ese cauce de agua.
El pueblo tuvo varios nombres. Nació como Villa Maipú y en 1917 fue rebautizado como General Sarmiento. Al final, cuando corría 1937, adquirió la denominación de Tamberías como lo conocemos hoy.
Es mediodía y el sol de la primavera se deshace sobre las copas de los árboles que forman una suerte de gran galería verde, generosa y fresca.
Gabriel Ivacache nos espera para llevarnos por el casco antiguo. Lo encontramos en la antigua escuela: es de 1890 y fue la primera del valle de Calingasta.
Se fundó por la preocupación de los pobladores frente al analfabetismo creciente en la zona. Dos vecinos, Manuel Collado y Manuel Arias, cedieron el espacio. En los inicios funcionó gracias a una dupla de mujeres que trabajan ad honoren y pertenecían a las familias más instruidas de la región. Las señoritas Severa Romero y Vicenta Tell, que no eran maestras, pero sabían leer y escribir, se ocuparon de los primeros alumnos. Recién en 1897 la provincia reconoció a la escuela como tal y así siguió hasta 1906.
La construcción que se conserva actualmente es solo una parte de la original y es el único edificio del circuito que se reconstruyó totalmente, más allá de la fachada. Funciona como museo para darnos una idea de la jornada escolar de entonces y también como punto de partida del recorrido.
La escuela museo supo tener de 5 a 6 aulas; hoy quedan dos. El edificio está impecable. Fue restaurado por “los horneros”, trabajadores especializados, que reprodujeron el modelo constructivo de entonces: el tapial y el adobe. Ellos aprendieron las antiguas técnicas y saben replicarlas con materiales modernos.
El diseño de entonces consistía en tres tapiales, uno sobre el otro, de ½ metro de alto cada uno y 60 a 65 centímetros de ancho. Encima, se colocaban los ladrillos de adobe para soportar el peso del techo. Por esta razón, las paredes y las puertas son más altas de los habitual.
Los tapiales se asemejan al hormigón actual: un molde de madera que se rellenaba con barro. Después se revocaba con una masa elástica que se conseguía agregando leche y grasa al barro. La fórmula tenía características antisísmicas y se empelaba para el interior, el exterior y el techo, que generalmente se hacía con plantas de carrizo, totora o pájaro bobo y tirantes de madera. Más tarde, estas plantas se reemplazaron con cañizo para evitar las vinchucas.
El resto del circuito trascurre por las siguientes quince cuadras de la avenida Maipú. Avanzamos en compañía de Gabriel, quien nos explica con una buena dosis de saberes y mucho entusiasmo los secretos de cada edificio. Oriundo de Tamberías, es uno de los jóvenes guías que convierte la visita al pueblo en un agradable viaje en el tiempo.
Empezamos por el sitio donde funcionó la primera comisaría, hoy es la sede del Club Sportivo Tamberías. Allí se está gestando otro proyecto: la fábrica del calvados, una suerte de agua ardiente de manzana, muy popular entre los mineros, que piensan resucitar como un atractivo más.
Ahí nomas, el primer bar del pueblo, también pulpería. Lo atendió su propietario Gustavo “Chavito” Cortez. Fue el sitio más concurrido de la localidad, contaba con una pista de baile inmensa – la más grande de Calingasta– y convocaba a la gente durante las bodas, cumpleaños y fiestas de fin de año
Mas allá, en la primera cárcel del departamento, estuvo preso Eusebio de Jesús Dojorti, conocido como Buenaventura Luna, poeta, músico, escritor y periodista huaqueño.
Dojorti fue enviado allí por su férrea oposición al gobierno conservador de Federico Cantoni desde el periódico La Montaña. Estuvo aquí engrillado y mal alimentado con otros editores y compañeros de lucha 77 días. Logró escapar gracias a la ayuda de un guardia cárcel que había trabajado en la finca de su padre. Huyó con sus compañeros hacia Mendoza en caballos que habían sido herrados al revés, una artimaña que les permitió despistar a los carceleros.
En un pueblo así no podía faltar el cine. El espacio originalmente funcionó para embalar manzanas, uno de los productos clave de aquellos años. En 1966 cambió su destino por el de un cine.
Don Roque, el dueño del local, proyectaba películas los domingos, films en blanco y negro, a veces cortados, que de cualquier manera atraían al público.
Cuatro años más tarde, el cine pasó a manos de Hipólito Uliarte. El hombre invirtió en un proyector nuevo y decidió abrir sábados y domingos. Instaló un kiosco para matizar la velada con golosinas y tomó por costumbre colocar una atractiva cartelera en la puerta, anunciando la película de la semana.
La biblioteca popular Pío Cristino Gallardo es de 1912. Sus integrantes trabajaban codo a codo con la Sociedad de Fomento local. Entonces, la gente del pueblo se reunía allí para preparar el picadillo de los pasteles y empandas, que luego vendían en la cancha de los alrededores donde se jugaba al fútbol. Después, dividían las ganancias: mitad para el deporte, mitad para mantener la biblioteca.
Un antiguo palomar, la escuela Ejército de los Andes y la iglesia Nuestra Señora de la Merced (1906), completan el recorrido que finaliza en un extremo del pueblo. Allí, una estructura metálica sostiene un tótem con el rostro del cacique Calín, de donde se supone toma el nombre el valle de Calingasta, (pueblo de Calín). Más arriba, la figura de un cóndor andino completa el conjunto y el mirador invita a una panorámica final.
CASCO HISTORICO TAMBERÍAS
T: (264) 45-86073
T: (264) 417-6180
Todos los días de 10 a 18. En verano suelen cambiar el horario con un receso de mediodía. Chequée telefónicamente antes de ir. Parten desde la escuela museo.