Vio su imagen por primera en un posteo en redes sociales. Le partió el corazón ver la triste realidad que soportaba aquel perro en situación de calle que, según los vecinos, vivía en los alrededores de escuela secundaria.
Fue así que Chella Phillips, presidenta y fundadora de The Voiceless Dogs de Nassau, Bahamas, se presentó en la escuela al día siguiente con una jaula trampa. Vio al perro en el estacionamiento debajo de un auto, tratando de refugiarse del calor isleño.
Mientras esperaba que el animal se tranquilizara para llevarlo hasta la jaula trampa, un maestro le informó a Phillips que el perro había estado viviendo en esa zona durante unos dos años. Algunos estudiantes gritaban y se burlaban del perro con nombres como “Cujo” y “Chupacabras”, entre otros insultos y apodos despectivos. Lamentablemente, para muchos, esa vida era simplemente un hazmerreír.
A Philips también le informaron que el perro tenía una compañera. Pero fue encontrada muerta en uno de los baños. El perro dormía debajo de un coche en el calor abrasador cuando Philips llegó. “Lo llamé y abrió sus ojos tristes del sueño en el que estaba. Caminó directo a la trampa, como si supiera que era su última y única oportunidad de salir de ese lugar con vida”.
Phillips llevó a Anatoli directamente al veterinario, donde descubrieron que probablemente había sufrido un traumatismo craneoencefálico en algún momento de su triste vida, ya que tenía la cabeza inclinada hacia un lado. El examen médico evidenció el horror. Había sido torturado y usado como blanco de tiro. Dentro de su pobre y frágil cuerpo, los restos de perdigones de pistola eran prueba del horror indiscutible que había tenido que soportar.
Anatoli, como bautizaron al perro, de unos 4 años, recibió medicamentos y vacunas, además de un baño que reveló un pelaje blanco brillante. Phillips constantemente tranquilizaba al frágil perro diciéndole que estaba a salvo, pero incluso después de llegar a su refugio, no podía relajarse.
“Le tenía miedo a todo, lloraba cada vez que lo tocábamos, se mostraba aterrorizado por una simple caricia pensando que esas manos serían como las del pasado que le habían infligido dolor. Le dimos todo el tiempo para adaptarse y aceptarnos”.
En cuanto Philips publicó imágenes de rescate, su teléfono empezó a sonar: decenas de “propietarios” afirmaban ser la familia legítima y querían que volviera. La gente de la escuela también exigió que lo llevara de regreso porque todos allí lo amaban. “Si ese era su amor, me pregunto cómo se sintió el odio. Desde luego, no se lo di a nadie”, confesó Philips.
Mientras el personal del refugio intentaba desesperadamente ganarse la confianza de Anatoli, el husky encontró esperanza en sus compañeros perros. Lo recibieron y le enseñaron a jugar. “Anatoli los vio a nuestro alrededor y entendió que ya no había nada que temer”, dijo Phillips.
Solo unos días de compasión dedicada por parte del personal y la compañía de los otros perros fueron suficientes para disipar su miedo. Anatoli se abrió y disfrutó de su nueva vida. Pasó varias semanas en el refugio de Phillips, prácticamente sonriendo todo el tiempo.
Después de algunas pruebas adicionales para asegurarse de que el husky estuviera lo suficientemente sano como para viajar, Phillips coordinó su traslado a Second Chance Rescue en Nueva York, donde rápidamente fue recibido por una familia de tránsito que finalmente lo adoptó.
Cinco años después, Anatoli está irreconocible. Sus padres cuidan con cariño su exuberante pelaje blanco. Se relaja en cómodas camas y explora parques con sus hermanos perros. La nieve ahora también forma parte de su vida, lo cual es una gran noticia para un husky de las Bahamas.
“He rescatado perros toda mi vida”, dijo Phillips. “Me dolía mucho la indiferencia de la gente ante su sufrimiento… No significaba nada para ellos”. Ahora Anatoli lo es todo para su familia definitiva.
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