El 9 de febrero murió, a los 49 años, David Gistau, un reconocido periodista y escritor español que, en el último tramo de su vida, se desempeñaba como columnista del diario El Mundo y colaborador del programa radial de Carlos Herrera, en la COPE. Gistau falleció tras no poder recuperarse de una lesión cerebral que lo tumbó el 29 de noviembre mientras entrenaba en el gimnasio.
Muchos colegas y amigos lo despidieron desde sus propias columnas en distintos medios y a casi ninguno se le olvidó la argentinidad de David, no solo porque estaba casado con Romina, una compatriota con la que tuvo cuatro hijos, sino también porque él mismo lo dejaba plasmado en el papel de muchos de sus escritos y entrevistas.
Su amor por Argentina puede que haya nacido mientras se desempeñaba como corresponsal de La Razón en nuestro país, como dice Agustín Rivera en su despedida en El confidencial. “Gistau empezó como guionista en televisión, fue corresponsal para La Razón en Argentina (su mujer es de este país, tan amado por él) y enviado especial a Afganistán”.
En Buenos Aires se enamoró no solo del país, sino también de Independiente, como confesaba en una entrevista en 2015 para Le miau noir: “Mi mejor amigo, que lo sigue siendo ahora, es argentino y nos conocimos en Pakistán. Intercambiamos equipos, él se hizo del Madrid y yo de Independiente. Me encantó Independiente porque es un equipo que ahora está en horas muy bajas, pero es un equipo muy bonito, con mucha historia y muy relacionada con la comunidad española, con los exiliados, los dos equipos con más tradición española en cuanto a exiliados son Independiente y San Lorenzo de Almagro. Independiente tiene un presidente mediocre, pero con un gran pasado. Es el equipo que más Libertadores tiene de América, aunque ahora haya decaído. Tiene una historia de fútbol bonito, de ídolos como Ricardo Enrique Bochini”.
El fútbol era una de sus grandes pasiones. Lo fue hasta los últimos días, que pasó en el Hospital Clínico, luchando contra la muerte… “Los amigos le habían susurrado, al lado de la cama, lo de la patada de Valverde en la Supercopa, un recurso canchero que ellos creen le hubiera entusiasmado, por su querencia argentina”, escribió Jaime Rodríguez en El Mundo, tras el homenaje que le hizo su amado Real Madrid en el Bernabéu, antes del partido contra el Celta.
Una de sus columnas más comentadas fue la que dedicó al Coco Basile, titulada Sin ayuda de Dios. En ella contaba la hilarante anécdota de cuando el técnico echó del vestuario de San Lorenzo, apenas asumir su puesto, a un cura que pretendía rezar un padrenuestro con los jugadores antes de que saltaran al campo. “Basile razonó que debían decidir quién salvaría a San Lorenzo, Dios o él, e insistió en expulsar al cura, que se marchó triste pero resignado”, relataba para descubrirnos al final que ese cura era Jorge Mario Bergoglio, convertido años después en el Papa Francisco.
En otra de 2010, premonitoria, tras el nacimiento de su primer hijo, Luca, titulada Del Martini al Meconio, confesaba un nuevo miedo, el de morir joven, el de no poder acompañarlo al menos un trecho largo de su camino vital, como espectador y como cómplice: “Por primera vez en mi vida, temo morir. Me siento obligado a permanecer aquí al menos 25 años más, los que él pueda necesitarme, y en eso no quiero fallarle. Mi hijo no ha de ser lo que yo fui: un adolescente enfadado con el mundo porque se le murió el padre demasiado pronto. Voy a dejar de fumar”.
El boxeo era otra de sus debilidades. Y no solo lo practicaba. También le dedicó una novela, Golpes bajos, en la que el personaje del gánster argentino estaba inspirado en Rafa Di Zeo, jefe de la barra brava de Boca. “Cuando yo vivía en Argentina, había un personaje que estaba muy presente en los medios. Tuvo incluso una fuga teatral, anudando sábanas cuando la policía intentaba derribar la puerta de su casa. Era el jefe de la barra de Boca, de la Doce, que se llama Rafa Di Zeo. Cuando yo escribía de Piñata, físicamente lo imaginaba como Rafa Di Zeo, y quise crear, con sus lugartenientes, una sensación parecida a la que tenía yo cuando veía documentales de la Doce y veía a Rafa Di Zeo. Ojo, que con Piñata todo es inventado, pero la inspiración viene de ahí. Yo intenté agarrar a un tipo de radio corto y ascenderlo a rey del crimen que tiene a su alrededor celebridades, que es capaz de relacionarse con futbolistas, que está socialmente aceptado, que quiere reconocimiento social. Es el matón de barrio que quiere convertirse en un rey social”, confiesa en otra entrevista de 2017 para Libertad Digital.
“Quién hablará ahora de Norman Mailer, de la aerotransportada, de las guerras, de Martin Scorsese, de la mafia, del Madrid, de Garci, de Torres Dulce y de Medardo Fraile. Y de política claro. Y de política argentina”, se preguntaba en su personal adiós en Onda Cero, Carlos Alsina.
En Argentina también se pudieron leer, tras su muerte, líneas de tristeza, reconocimiento y adiós al periodista y al hombre. “David Gistau había vivido intensamente en Buenos Aires, donde deja familia y amigos, y es por eso que regresaba siempre a esta ciudad majestuosa y maldita. Que David entendía en sus miserias y sortilegios”, fueron las palabras del también escritor, periodista y amigo, Jorge Fernández Díaz.
A los argentinos que llevamos mucho tiempo en España nos suele gustar encontrarnos con españoles que nos devuelven la gentileza de amar nuestra tierra tanto como nosotros queremos la suya. No tuvimos la suerte de conocer a David, pero sí la fortuna de leerlo y de reconocerlo enseguida como uno de los nuestros o, como a él alguna vez se llamó a sí mismo, un “argentino de afecto”.