El artista argentino es uno de los protagonistas de ‘Olvidémonos de ser turistas’, la obra que involucra no solo actores sino también historias que viajan todo el tiempo a uno y otro lado del Atlántico.
Muchas veces y, más en nuestros días, la realidad supera a la ficción. Otras, la realidad se mezcla con la ficción y convierte el relato de los actores en la historia de sus vidas. Es un poco lo que les está pasando a los protagonistas de Olvidémonos de ser turistas, el montaje escrito por el catalán Josep María Miró, dirigido por la argentina Gabriela Izcovich e interpretado por un elenco que incluye talentos de uno y otro lado del charco.
Entre ellos está Esteban Meloni, el actor argentino que da vida al viajero solitario que, al encontrarse con una pareja española (Lina Lambert y Pablo Viña), de turismo por las Cataratas del Iguazú, en la denominada triple frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil, desencadena la trama de la obra. Meloni no es solo ese viajero solitario, sino también otra serie de personajes de distintas provincias argentinas con acentos muy diferentes, como un capellán buscador de ovnis o un conductor de autobús, aunque todos están en movimiento, todos huyen o escapan de sitios disímiles y todos se cruzan en el camino de la pareja que lleva unida unos 30 años. Al igual que se cruza también con ellos la mucama que limpia habitaciones de hotel o una guía de viajes, interpretadas por la argentina Eugenia Alonso.
La irrupción del joven, que han conocido casualmente en una de las rutas turísticas y que se les ha sumado espontáneamente, será el desencadenante de una discusión de la pareja cuando regresa al hotel. El que tenía que ser un viaje idílico y placentero se verá definitivamente truncado cuando a la mañana siguiente a la discusión, él se levanta y se encuentra que su mujer se ha ido a Argentina, fuera de sus previsiones y de la ruta de viaje. Poco a poco iremos descubriendo las conexiones de la pareja con la geografía y con un episodio doloroso y no hablado que este viaje hace salir a la superficie.
Olvidémonos de ser turistas ya se estrenó con una excelente acogida el pasado mes de enero en la Sala Beckett de Barcelona, y ahora viaja a Madrid para estar en cartel en el Teatro Español, entre el 3 y el 10 de mayo. Antes de subirse al avión con rumbo a la capital española, Meloni atendió a Argentinos.es vía telefónica para hablar de este trabajo que tanta ilusión le hace y con el que ha conseguido cumplir uno de sus grandes sueños profesionales, el de actuar en España.
“Josep María Miró está muy de moda en Argentina. Yo lo conocí en 2014, cuando me convocaron para su versión en Buenos Aires de El principio de Arquímedes, que se estrenó en el Centro Cultural San Martín, luego pasó por el circuito comercial y salió de gira por todo el país. Él iba y venía a ver su espectáculo y eso le abrió todo un mundo acá”, cuenta Esteban de cómo empezó su relación con el premiado dramaturgo.
Otro gran mundo se le abrió también a Esteban que, gracias a ese primer contacto con Miró, pudo transmitirle sus ganas de trabajar en España. Ya había hecho un intento en el año 2014, instalándose unos meses en Madrid y dándose a conocer entre directores, a la vez que aprovechaba para ver a todos los amigos y familia que tiene por acá. Pero, las vueltas de la vida, se tuvo que volver más pronto de lo que pensaba a la capital argentina porque le surgió el papel en El principio de Arquímedes, de este mismo autor.
Todo este cruce de fronteras entre unas y otras ciudades es el que Lina Lambert, actriz española, y Gabriela Izcovich, actriz y directora argentina, amigas entre sí, le pidieron a Josep que explorara en un texto que querían presentarle a la Sala Beckett, para que lo haga propio.
“A mí me proponen ser parte del proyecto en mayo-junio del año pasado. Nos juntamos primero el grupo argentino y luego en noviembre empezamos los ensayos en Barcelona, donde se estrenó y fue muy bien. Luego se sumó la coproducción con el Teatro Español de Madrid, con Buenos Aires y Montevideo”, recuerda Meloni.
Allí empezó esta etapa del viaje vital y profesional del actor argentino, a la par que Miró trazaba el de este matrimonio que sale en busca de alguien o de algo que no se sabe muy bien quién o qué es, “un viaje emocional muy relacionado con geografías que expulsan y acogen, que habla de cosas muy pequeñas y a la vez muy grandes”, como dice su autor.
“Va de la gente que se va de su lugar escapando en busca de algo mejor. Por ejemplo, los argentinos que nos vamos a España buscando tranquilidad y seguridad, o los españoles que se vienen a la Argentina en busca de aventura. Los motivos van cambiando según cambia también la realidad de cada país en un momento determinado”, explica Esteban.
Porque, como dijo Miró en alguna entrevista, la obra no se entendería sin la emigración provocada por crisis económicas sufridas en España recientemente y en Argentina, hace más tiempo, cuando el ‘corralito’ trajo a tantos argentinos a la península.
La historia, en la que todos los personajes están en tránsito geográfico y existencial, “invita a no vivir como turistas, a ser protagonistas de nuestras propias vidas, es muy valiosa, humana y con mucho humor y drama a la vez”, detalla Meloni.
La trayectoria vital de Meloni
Para Meloni, formar parte de este proyecto no solo es un sueño cumplido, sino también un poco el reflejo de la propia aventura de su vida, de sus idas y vueltas entre aeropuertos, de la libertad que ejerce a la hora de decidir dónde trabajar, de no atarse a nada ni tener grandes compromisos. “Una situación personal ideal para esta aventura que promete ser larga”, señala.
“Se me mezclan muchas cosas, mi vínculo afectivo muy grande con España, ya que mi abuela materna era de allí, mi amor por su cultura, su gente… Lo paso genial cada vez que voy. En lo laboral, es aprender otras formas de trabajar, porque si bien somos muy cercanos, siempre hay diferencias. Por lo que suelo escuchar, a los españoles les gusta mucho la impronta de los argentinos, nuestra desfachatez, la forma más salvaje de trabajar, de aproximarnos al texto, que rompe con el teatro clásico, que es más irrespetuosa con el autor. Y nosotros al revés, admiramos su técnica, su disciplina. Pero a todos nos enriquece, por eso hay tanto cruce e intercambio. Mis compañeros españoles están también fascinados con venir a Buenos Aires, son admiradores del teatro argentino, siempre se habla de Buenos Aires como la meca del teatro. Nos queremos”, detalla.
“De más joven viajé mucho por mi trabajo en publicidad y me di cuenta que era lo que quería hacer. Sabía que en cuanto pudiera me iba a mover. Es casi una filosofía de vida, todo lo que implica salir del país”, confiesa.
Cuando habla de su primera juventud, se refiere a los años en los que, recién llegado de Bahía Blanca a Buenos Aires,, empezó a estudiar Diseño de Imagen y Sonido, a tomar clases de actuación y buscar trabajo de lo que fuera, sin perder de vista su pasión. “Ni bien me enteraba de un casting, me mandaba”, recuerda.
Su empeño y su talento le llevaron a trabajar primero en publicidad, luego en teatro independiente y más tarde llegó el gran escaparate, la televisión, con la serie juvenil de enorme éxito, Verano del 98. “Mi primer contrato fue ahí como hijo de Alicia Bruzzo. Tengo una carrera muy desordenada. Volví al teatro, viajé mucho, luego vino Floricienta”, en referencia a otra de las series televisivas de éxito en la que participó.
Aunque la madurez actoral llegó con Vidas robadas, otra producción para la televisión argentina que hablaba del secuestro de personas para obligarlas a ejercer la prostitución, y que fue todo un suceso. “Me empezaron a ver como un actor adulto”, afirma. Más tarde hizo Agosto en el teatro con Norma Aleandro y Mercedes Morán y ya no paró de hacer teatro comercial, con directores de la talla de Veronese o Tolcachir. “Cumplí el sueño de hacer clásicos, de trabajar con actores grandísimos como Norma, Mercedes, Jorge Marrale, Ana María Picchio… Fue como ir cumpliendo un sueño tras otro”.
Y en cada sueño que cumplía y que le queda por cumplir, lo vivía y lo vivirá como si fuera el último, con intensidad y detenimiento, disfrutando de cada momento, de cada frase y de cada gesto, sin preocuparse por ir de un lado al otro como un loco, conociendo todo para no conocer nada, sin transmisiones ni fotografías en directo, guardando las imágenes en su cabeza, en definitiva haciéndole caso a Josep María Miró, olvidándose de ser turista y convirtiéndose en cada parada del viaje en protagonista de sí mismo.