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La educación debe empezar desde arriba 

Es curioso cómo se ha deteriorado la sociedad y en particular el mundo de la política y los sindicatos de nuestro país. Ya voy para los 68 años y recuerdo que en mi infancia y juventud los políticos, cuando hacían sus declaraciones o hablaban en los mítines, lo hacían con un nivel de educación que ahora casi no existe. Es más, algunos ahora no saben lo que es ser educados.

He escuchado declaraciones, hechas por mujeres muy relevantes de diferentes partidos políticos argentinos, que avergonzarían incluso a una meretriz de los años 50, del pasado siglo.

Pero la cosa no queda ahí. En televisión y radio se utiliza actualmente un vocabulario, por parte de periodistas y tertulianos, que ni siquiera los personajes más incultos de épocas pasadas usaban. Desde llamar hijos o hijas de p… a los personajes que critican, hasta nombrar las partes sexuales de una hipotética hermana del criticado, pasando por todo un rosario de palabras soeces, que antes solo podías escuchar en los ambientes mas chabacanos de mediados del siglo XX. Hoy ese vocabulario parece de uso común en los medios de comunicación cuando hablan mujeres y hombres de la política, el periodismo, el sindicalismo o incluso la docencia.

Es tremendo ver cómo se ha degradado la educación pública de nuestro país. Y no hablo de la gente de la calle. Yo me refiero a aquellos que representan a grupos sociales e instituciones que deberían ser un ejemplo de cultura y buenas costumbres para la correcta educación infantil y juvenil, muy necesaria para un país que aspire a salir del tercer mundo bananero.   

Hace poco escuchaba una perorata de una sindicalista representante de los y las docentes y daba vergüenza ver que alguien que pertenece al gremio de la educación, utilice un lenguaje tan vulgar y soez. Y no digamos de otras ancianitas que acostumbran a subirse a la tribuna para largar un surtido vocabulario de maldades y barbaridades, imposibles de escuchar en alguien que tenga un mínimo de educación. Todo esto deja claro que en nuestro país los encargados de educar, dirigir y defender al pueblo han perdido las buenas formas, propias de un país culto.

No me extraña que tengamos unos niveles de inseguridad y delincuencia tan alarmantes y horrorosos. Además, hemos logrado ya un punto de adaptación, que nos parecemos a los habitantes de países en guerras interminables, habituados ya a la violencia y por eso son capaces de pasear entre cadáveres sin inmutarse. Hemos asumido como normal las entraderas, los motochorros y todo lo demás. Incluso desde el mundo de la política algunos ven con buenos ojos que se robe, pero con un reglamento. Terminaremos asumiendo que robar es un trabajo.

¿Qué pasa con el pueblo cuando vota? ¿Están hipnotizados? Si un político te dice que robar no es malo, si se cumplen unos códigos o reglamentos, entonces qué podemos esperar de ese político si un día ocupa un cargo en el gobierno. Seguro que robará. ¡¡¡ESO SÍ!!! cumpliendo un código. Quizás cuando haya muchos como él, terminarán sacando una ley que diga:

Articulo 1º Todo argentino o argentina tienen derecho a robar. El ladrón o ladrona no podrá ser agredido por su victima. La policía lo tratará con cariño, para evitar el trauma de su detención.

Articulo 2º La victima pasará a denominarse “cliente” y el chorro se denominará “recaudador de ganancias ajenas”, tendrá su sindicato, prisión cinco estrellas y abogados pagados por el Estado.

Articulo 3º El recaudador (antes chorro) deberá declarar lo recaudado y pagar el impuesto de GQNV (Giles Que Nos Votaron). Del GQNV saldrá el dinero para la jubilación del recaudador.

Lo de nuestro país es de locos. Nuestro problema se deriva de haber tenido y tener señoras y señores políticos que creen que bailar tango, jugar al fútbol, hacer deporte, ser cancheros, graciosillos o parecerse a lo que ellos creen que somos los ciudadanos comunes, es suficiente.

Ellos son el resultado de aquellas ideas salvadoras de la nueva educación, inventadas en los años 60, cuando nos decían que los padres y madres debían ser amigos y coleguitas de sus hijos. 

Hoy ya se ve que la cosa no es así, los padres y madres tienen su función que es: querer, cuidar y educar a sus hijos. Lo mismo que los abuelos tienen la de consentir, alegrar y mimar a sus nietos. En cuanto a los amigos y amigas tienen otras funciones en la vida, que no tienen nada que ver con las de los padres. Y eso mismo debe pasar con la clase política, cuya función no es la de parecerse a nosotros o ser nuestros padres, abuelos, coleguitas o amigos de juergas. 

Las y los políticos deben gobernar, educar y acabar con los parásitos que viven de las y los trabajadores, que se rompen el lomo para ganar el dinero que mantiene a la clase política, sindical y educadora del país. Necesitamos dirigentes de todo color político, que den buen ejemplo. Eso hará que el pueblo tenga la cultura y educación, que son las bases necesarias para obtener el prestigio internacional, de país culto y fiable. Un saludo 

Carlos Ochoa Blanco

Colaborador Revista Argentinos.es

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