El título del libro de David Trueba, es un juego de palabras entre la tierra de origen del padre del protagonista Daniel (Dani) Campos en León y su apellido Campos.
La historia del libro se condensa en el viaje que separa Madrid del pueblo adonde se dirige Daniel en el coche fúnebre que lleva a su padre, un año después de muerto, para darle sepultura y cumplir así su promesa. ‘Lloré con retraso la muerte de mi padre’.(…) un quijote sanchopacificador, la mezcla exacta de las dos complejidades españolas’.
En ese recorrido de espacio-tiempo, en esa conversación con el chófer del coche, un ecuatoriano parlanchín, Daniel va desgranando su historia personal, musical y sentimental desde sus comienzos allá por los años ‘80, siendo un estudiante de secundaria, pasando por la formación de su grupo Las Moscas, sus éxitos, su sueño cumplido (“el oficio es lo más personal que tienes”), a pesar de y contra los pronósticos de su padre, quien no solo rechazaba la inclinación musical de su hijo, sino que le repetía como una cantinela que esa no-profesión de tocar era “ruido”, hasta este presente que lo devuelve muy a su pesar a esa tierra a la que nada ni nadie lo une, “las raíces nos atornillan al mundo (…) las raíces no dejan volar’, solo una promesa, la de cerrar el ciclo de su padre devolviéndolo a sus orígenes.
El libro me atrapó desde el inicio. Me lo regalaron para mi último cumpleaños y nunca había leído a David Trueba. Fue todo un descubrimiento, ¡qué bien!, otro autor para la lista de lecturas. Todos los personajes y músicos que aparecen son reales, pero en ningún momento el autor comenta que haya entrevistado al cantante de verdad ni que se trate de una biografía, a pesar de saberlo todo de ellos.
Ese diálogo que llena el silencio del trayecto hasta el pueblo, está plagado de filosofía vital tan cercana que se hace difícil no solidarizarse con él o no identificarse con sus reacciones, sus pensamientos, sentimientos y contradicciones en esta ardua tarea de vivir. “Es difícil organizar la vida, pero la vida a veces se organiza sola para ti de una manera delicada, con una lógica que asusta, tan perfecta que es emocionante’.
“(…) en el oficio, como en la vida, es encontrar la justa medida de las cosas.”
Cada experiencia le lleva a rebuscar en lo más profundo de su ser, mirarse de frente, descubrir quién fue y quién es él a través de su padre. Todo ese diálogo-monólogo con el chófer es el hilo conductor de su recorrido vital que se transforma en la metáfora del viaje de la vida. Cierra una etapa cerrando la de su padre, “ocupa un lugar enorme en lo que soy y en lo que no soy”. Se dirige a cumplir su palabra al mismo tiempo que debe replantearse cómo continuar su propia vida. La vida, la suya, sigue, pero ¿cómo? Ahora él es el padre y solo él deberá decidir cómo asumir el relevo frente a sus dos hijos. Incertidumbre y tristeza; cómo será todo ahora que ya no es hijo y la pena de la irremediable pérdida. “No hay lugar perfecto para el ser humano. Su destino es acomodarse a las circunstancias por penosas que sean’.
Y un final abierto ‘”…(los ideales) apostar por ellos, cantar sobre ellos, soñar con ellos o echarlos rabiosamente de menos cuando se te han escapado y te va la vida en recuperarlos. ¿Por qué no?. Ahí empieza todo”.