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LAURA RAMOS: “Los diez años que tardé en escribir el libro fueron los más felices de mi vida”

La escritora y periodista argentina acaba de publicar en España ‘Infernales. La hermandad Brontë’, un apasionante retrato de la familia que revolucionó la literatura del siglo XIX.

En el capítulo Mis libros prohibidos, hacia el final de Infernales, Laura Ramos cuenta cómo llegó a sus manos, durante su infancia, el primer libro de las Brontë. Sentada en la capilla de un colegio de niñas pupilas en Montevideo, al que había ido a ver a una vecina, la escritora argentina vio apoyado en el banco un ejemplar de Jane Eyre, de Charlotte Brontë. La excursión a ese centro tan alejado de sus costumbres y universo familiar terminó convirtiéndose en una extraña a la vez que reveladora visita. 

Casi con seguridad fue ese temprano descubrimiento la primera página de un volumen que acabaría publicando muchos años después y que hoy llega a las librerías españolas, de la mano de la editorial Taurus, con el título Infernales, la hermandad Brontë. Charlotte, Emily, Anne y Branwell. Se trata de la biografía más completa escrita en castellano sobre esta familia de hermanos escritores que vivían en un pueblo perdido de Inglaterra, en el que el padre era el párroco, y cuya vida compite en igualdad de condiciones con las historias que ellos mismos escribieron y que marcaron la literatura del siglo XIX (Cumbres borrascosas o La inquilina de Willfeld Hall, además de Jane Eyre). 

En una conversación telefónica, Laura Ramos, escritora y periodista argentina, autora de los recordados aguafuertes en el diario Clarín, Buenos Aires me mata, hija del político y fundador del Frente de Izquierda Popular, Jorge Abelardo Ramos y de Faby Carvallo, precursora feminista, nos habla sobre su última obra, a la que dedicó los diez años “más felices” de su vida. 

 

P. -¿Por qué esta biografía? ¿Qué te llevó a embarcarte en semejante proyecto?

R. Siempre tuve fascinación por el siglo XIX y por Inglaterra, por culpa o, mejor dicho, a causa de ser considerada cipaya por mi propia familia, que tenía una gran anglofobia. Creo entonces que fue la forma de rebeldía que tuve en mi infancia. Mientras mis padres me daban para leer libros de literatura política, de la rusa Alexandra Kollontai, por ejemplo, sin ninguna sexualidad, a mí me atraían novelas como Mujercitas o Jane Eyre, odiadas en mi casa. Hacerme fanática de las hermanas Bronté fue entonces mi forma de rebelarme. De ahí viene mi fascinación por ellas. Con 10 u 11 años leí Jane Eyre, recuerdo que era una edición que se llamaba Juana Eyre y que, a diferencia de Mujercitas que me encantó, me perturbó mucho, me resultó mórbida, oscura, me transmitía una sensación de culpabilidad. Estuve 10 años investigando, leyendo y escribiendo, pero fueron los años más felices de mi vida, me perdí en ellos. En ese tiempo leí muchos libros, biografías y me encontré con biógrafos que, o se enamoraban u odiaban a alguno de los biografiados. Yo me enamoré de los seis hermanos. (Maria y Elizabeth son las dos hermanas mayores Brontë, muertas a los 11 y 10 años). 

 

P. -¿Cómo fueron esos viajes a Haworth y  a la casa parroquial donde vivían? ¿Con qué te encontraste ¿Qué te aportaron? 

R. Fueron muy interesantes. Yo llegué conmovida por el mito y me encontré con un pueblo en el que el taxi se llamaba Brontë, la casa de té, Rochester, se vendían repasadores o costureritos con las caras de Charlotte o Emily, un gran malentendido, porque nada más alejado de esas mujeres que las tareas domésticas en el caso de Charlotte o las labores femeninas en el caso de Emily. El pueblo las parasitaba y vampirizaba. Allí también está el museo en la casa parroquial donde vivía la familia y en el que, mientras yo estaba petrificada observando la cocina en la que vivieron tantas cosas, el guarda del lugar me dice: “mi cuñada vio hace unos días a la cocinera ahí sentada”.  Imagínate mi reacción, me quedé hablando con el hombre un montón y te das cuenta de que es un pueblo de videntes y de protofantasmas y de que hay una relación dialéctica entre el lugar y la familia, porque sus miembros lo visitan como fantasmas también, están de alguna manera allí, en su lugar. 

 

P. -Y en eso la muerte temprana de la madre y de las dos hermanas mayores tendrán algo que ver. O al menos se nota una presencia muy fuerte de la muerte en sus biografías…

R. Totalmente, la muerte de Maria y Elizabeth marca a los hermanos menores. Todos tenían visiones, estaban llenos de enigmas y se convirtieron en poetas visionarios. Charlotte le cuenta a su padre que había visto un hada sobre la cuna de Anne, la más pequeña de los seis. 

 

P. -Ese pueblo que se vislumbra tan desolado, cuesta imaginarlo como disparador de tamaña imaginación y de ese riquísimo mundo literario que crearon los hermanos…

R.  Sí, tal cual, es la nada, un lugar árido, rudo, pero ellos lo poblaban, lo llenaban y también lo amaban. Es curioso, porque eso llamaba tanto mi atención que en la primera versión del libro yo hacía dialogar esos páramos tan parecidos a los de La Pampa con la historia argentina. Si ponían carbón al fuego, yo lo llevaba a la casa del poeta de Lucio Mansilla, si se hablaba de educación, entraba Sarmiento en el diálogo, si había viento, eran también los vientos pampeanos…

 

P. -Los hermanos empezaron muy pronto a escribir sus historias en pequeños cuadernos secretos. ¿Cómo fueron tus inicios en la escritura? 

R. Yo, con 11 años, le escribí un poema a mi perra y otro a los cigarrillos. Luego ya fue por trabajo, cuando empecé en el oficio de periodista, si se puede llamar periodismo escribir sobre ollas. 

 

P. – Así como la muerte y el paisaje de su infancia, algo que parece también estar muy presente en la vida y obra de los Brontë es la belleza o la ausencia de ella, ¿verdad?

R. Totalmente. Es interesante ver que Charlotte creó la primera heroína fea de la literatura y que ella se consideraba a sí misma fea, hasta deforme podríamos decir. Hasta Jane Eyre, todas las protagonistas de las novelas juveniles eran perfectas. 

 

P. -¿Qué es más interesante, la vida o las obras de los hermanos?

R. Es una pregunta genial, porque realmente la biografía de los Brontë compite con sus obras. Creo que no existe ningún caso tan emblemático en el que el lector se acerca a un escritor tan cargado con la mochila de su vida, sabiendo tanto de ellos. Nadie llega virgen, todos sabemos al menos algo de alguno de ellos. Y esto, de alguna manera,  para bien o para mal, nos hace completar su obra. Infernales intenta todo el tiempo desarmar el mito de las pobres hermanitas angelicales y vírgenes que vivían en el medio del páramo.  

Betiana Baglietto

Periodista, escribidora. Con un pie en cada orilla. Más de 10 años en España, y aún no pierdo el acento. Loca por Bruno y Mateo

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