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Nueva vida para el Colegio Mayor Argentino

Karina Conde ha tomado las riendas de la residencia de estudiantes madrileña, un edificio singular y con mucha historia.

Argentina solo cuenta con dos residencias estudiantiles en el extranjero que pertenecen al Estado. Una de ellas está en Madrid, se llama Colegio Mayor Argentino Nuestra Señora de Luján y es patrimonio arquitectónico de la capital española. Hasta este singular edificio, situado en la calle Martín Fierro, entre el río Manzanares, la Casa de Campo, el Palacio de la Moncloa, el Museo del Traje y el Parque del Oeste, ha viajado Karina Conde, una abogada argentina a la que le han asignado la tarea de dirigir una institución con 46 años de historia.

Fue durante el primer mandato presidencial de Juan Domingo Perón, en el año 1947, cuando el dictador Francisco Franco decidió cederle los terrenos para que construyera un colegio mayor adscrito a la Universidad Complutense. Pero hasta la década del 60, con Arturo Illia ya de presidente, no salió a concurso el proyecto arquitectónico que finalmente ganó el matrimonio de arquitectos formado por Horacio Baliero y Carmen Córdova quienes, además, se pusieron al frente de las obras. Los acompañaron el arquitecto español Javier Feduchi Benlliure, como director facultativo, y el aparejador español Jesús García Vela. La empresa constructora fue Entrecanales y Tavora.

Nuestra Señora de Luján, inaugurado en 1971, es una de las muchas residencias universitarias que se hallan en la zona de los campus madrileños y que fue construida con el fin de alojar graduados universitarios, investigadores, científicos, técnicos, profesionales, deportistas, artistas y todo aquel que quisiera perfeccionar sus conocimientos en España o difundir actividades culturales argentinas.

Y así ha sido en estas más de cuatro décadas, en las que sus habitaciones han alojado estudiantes de posgrado no solo de Argentina sino de todo el mundo, con gran preponderancia de los propios españoles que llegan a Madrid desde otras regiones. Pensado para 92 plazas distribuidas en tres tipos de habitaciones diferentes –individual, doble o suite-, el colegio se considera lleno cuando alberga a 70 personas.

Mirando su fachada desde fuera, no aparenta ser más que un edificio típico de los años 60, con ladrillo a la vista y cerramientos de madera. Pero su diseño es tan peculiar que hasta hay trabajos sobre su estilo y suelen visitarlo grupos de profesores y estudiantes de Arquitectura. Construido en forma de herradura o letra U, a su recepción se entra por la tercera planta y allí el visitante se encuentra con un amplio espacio de tonos oscuros, con suelo cerámico marrón, equipado con muebles de la época y con salida a una terraza desde la que sí se puede ya apreciar su forma semicircular y los múltiples balcones de los dormitorios que dan a un inmenso jardín, tres plantas más abajo.

El paso de los años se hace notar en muchos detalles, pero a la vez le da un aire retro y nostálgico digno de guardar como una reliquia. “Es una estructura muy de los 60, con un diseño integral que tenía en cuenta hasta los muebles que hacían juego con el conjunto del edificio y que aún se conservan. Hay gente que nos cuenta que existen construcciones muy parecidas en países como Alemania, por ejemplo”, explica su directora. “Se trata de una construcción humanista, con diseño envolvente, pensada para integrar a las personas que la habitan”, agrega.

Su curiosa construcción es también la causa de algunos de los problemas que tiene el edificio, aunque el más grave lo sufrió hace unos años y no por su diseño, sino debido a la rotura de un caño maestro del Canal Isabel II que inundó la parte baja del recinto. Este accidente derivó en un juicio que todavía está sin resolver y en que muchos residentes tuvieran que abandonar el colegio y que, incluso, diera la sensación de estar cerrado, aunque siguió funcionando. “Cerramos la primera planta, hicimos obra de saneamiento y aprovechamos para cambiar los baños. Hay que intentar seguir el mantenimiento diario, porque si no se hace muy difícil”, afirma Karina, consciente de que con todas las demandas sociales que tiene Argentina es complicado destinar la inversión necesaria para este fin.

 

Nuevos aires académicos

A inyectarle nueva vida después de semejante varapalo llegó Conde el pasado mes de diciembre. Pero apenas pisó suelo español Karina se fijó como misión no solo hacer que el sitio ser convierta en el mejor lugar que un estudiante pueda escoger para vivir mientras estudia en Madrid desde el punto de vista hotelero, sino otorgarle un valor adicional. “Tiene que tener un plus, si no es un hostal y nada más”, argumenta.

Y para darle ese punto extra, su directora se ha propuesto recuperar su espíritu académico. “En los últimos años el colegio ha tenido bastante actividad cultural, un aspecto al que siempre se la ha dado importancia, que me encanta y con el que queremos continuar, pero tenemos muchas limitaciones en ese sentido, porque dependemos, por ejemplo, de las agendas de los artistas”, detalla. Unas limitaciones que no encuentra en el ámbito académico y que por eso quiere fomentar, además de que considera que es absolutamente enriquecedor para los alumnos que, al fin y al cabo, son el alma del lugar.

Una de las tradiciones que Conde ya ha recuperado del baúl de los recuerdos es hacerle entrega de la beca colegial de honor al embajador argentino en España. Para ello aprovechó el acto de conmemoración del último 25 de mayo y rodeó la ceremonia con Ramón Puerta de música interpretada al piano por uno de los estudiantes. “No es algo que haya inventado yo, sino que se hacía hace 20 años y lo descubrí cuando me encontré con la beca en un depósito. Mi intención entonces fue transformar la típica choripaneada del día patrio, con representantes de la comunidad argentina, en un encuentro con gente del mundo académico, que los estudiantes pudieran invitar a sus tutores, a otros directores de colegios mayores, contemplando que también hubiera españoles, porque es un sitio dependiente de la Dirección de Cooperación Internacional del Ministerio de Educación, y entonces la cooperación tiene que estar presente”, reflexiona.

La idea de la nueva directora, que llegó a este puesto después de muchos años trabajando en un estudio jurídico para una gran empresa de cereales y de un más corto paso por el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que, con el nombramiento de Esteban Bullrich, la catapultó al Ministerio de Educación nacional, es complementar su función de hotelera y de tratar a diario con los proveedores con la tarea de propiciar el tema académico.

¿Cómo se plantea conseguirlo? Organizando seminarios, charlas, conferencias, congresos o actividades que surjan de la iniciativa de los propios residentes que, cree Karina, tienen que contar y ver este sitio como un espacio en el que poder vincularse con sus profesores y colegas para profundizar en los temas que estén estudiando o investigando. “Hablé con mucha gente, he ido ya a actos de muchos otros colegios para que sepan que aquí estamos, que existimos y ha habido profesores que me animaron a seguir en esta dirección, aunque el auditorio no se llene con cada actividad, porque si ven que se pueden hacer cosas, llegarán cada vez más propuestas”, señala.

En el horizonte y como objetivo básico ya se ha fijado establecer dos actos por año con la apertura y clausura del curso inspirándose en diferentes experiencias universitarias que irá recopilando. A partir de ahí, todo lo que pueda surgir. De hecho, en noviembre ya está en agenda un taller que se desarrollará de manera paralela a un Congreso de Gobiernos Locales que tendrá lugar en Madrid.

Conde ya sabe, porque lo está viviendo en carne propia, que la experiencia del exilio, aunque sea temporal y por estudios, es única y, desde su función, quiere aportar su granito de arena. “Alojarse en un colegio mayor tiene la ventaja de que llegás y te lo explican todo, desde lo más básico de tu día a día hasta lo más complicado de los trámites, además de tener la comida hecha y la habitación limpia cada mañana. Pero también te ayuda a integrarte, a realizar actividades conjuntas, a respirar ambiente de estudio y a crear vínculos que son para toda la vida y que hacen que, a lo mejor, te vuelvas a encontrar con la gente que coincidiste 20 años después en algún lugar del mundo”, concluye.

Betiana Baglietto

Periodista, escribidora. Con un pie en cada orilla. Más de 10 años en España, y aún no pierdo el acento. Loca por Bruno y Mateo

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