El compositor y acordeonista misionero, icono del chamamé, actúa este fin de semana en Barcelona y Madrid.
No para de desperezarse, de juntar las manos y extenderlas hacia las añejas arañas que cuelgan del cielorraso del bar del Círculo de Bellas Artes de Madrid. En dos días le ha tocado hacer todas las entrevistas que no pudo en sus anteriores visitas a España y se le nota el cansancio, pero eso no hace mella en la amabilidad y el interés con los que atiende la entrevista de Argentinos.es.
Pelilargo, sonriente, habla con el acento intacto de su tierra colorada, tan presente en todo lo que dice y hace, a pesar de haberla dejado hace más de 20 años. El Chango Spasiuk está desde el 1 de marzo de gira por Europa y el 28 y 29 hace paradas en Barcelona y Madrid. “Hacia un par de años que no venía y tenía ganas de volver a traer mi música. Además, en todas mis visitas a España no había tenido tiempo de visitar ningún medio, ni grande, ni pequeño, ni alternativo, donde comunicar mi trabajo, y estos días me acercaron un poco a eso, a charlar y a contar de qué se trata lo que hago. Es una pequeña oportunidad de preguntármelo a mi directamente”, dice.
Preguntado queda entonces… Y respondido: “Presento el chamamé como la música folclórica de la región de donde vengo, el Litoral, de su tradición y explico esto de que es mestiza y criolla, aunque hay otros elementos más europeos como las polcas y los chotis, y todos ellos hacen a mi música. Cuento todo eso porque sino es un coctel medio poderoso: vengo del país del tango, no toco tango, sí una música rural, mestiza y criolla, pero tengo un apellido ucraniano. Como que todo esto mezclado no ayuda, entonces trato de poner en contexto, de hablar de la diversidad de colores que hay en la música de la zona”.
Y lo hace porque en sus conciertos en Francia, Polonia, Austria o Bélgica, por nombrar solo los países del tour actual, no suele haber más que uno o dos argentinos. “Y algunos de los que van casi seguro no escuchaban chamamé cuando estaban allá”, lanza con la complicidad del que conoce de cerca la experiencia del emigrante.
“De todas formas, cuando te ponés a tocar ya no hay que explicar más nada… Con las melodías alcanza y sobra. No hablo más y menos en países de otro idioma. Como diría Atahualpa, me duelen las manos de hablar en inglés”, bromea. Cuando dice tocar, aunque suene obvio, se refiere al acordeón a piano, ese instrumento que se ganó de tanto insistirle a su padre, carpintero y violinista, que se lo comprara. El pequeño de seis hermanos se encontró el anhelado objeto una tarde en el sillón del living de su hogar de Apósteles. “En casa no había, pero la música de acordeón siempre sonaba en las reuniones y acontecimientos sociales. Yo quería tocar eso, conseguí que me lo regale, aprendí a tocar por imitación la música que veía y algunas canciones que mi padre me enseñaba directamente desde el violín. Con eso creé mi pequeño mundo sonoro y, de alguna manera, es exactamente el mismo 30 años después, con algunos procesos más sofisticados de aprender mejor el oficio, pero la combinación de colores es la misma. El chamamé, las polcas, chotis, valses y rancheras, como si fuese un cuadro sonoro con muchos colores y esos colores más que ser un problema para mí, son un tesoro”.
Con un cuarteto formado por su acordeón, la percusión y la guitarra de Marcos Villlalba, el violín de Pablo Farhat y la voz y la guitarra de Diego Arolfo, se subirá Spasiuk a los escenarios del Centre Artesa Tradicionarius de Barcelona y la Sala Clamores de Madrid. “Con esa formación haremos un paneo por la tradición, por mi manera de tocar, de ver ese mundo al que me refería antes, mis composiciones. No es que estoy girando para presentar puntualmente un disco, sino que es una gira en la cual estoy tocando mi música”, adelanta.
Le oímos decir al Chango Spasiuk en alguna ocasión que ojalá su música pueda ser refugio para alguien. Esa aspiración tiene un porqué. “Una vez le escuché a Kurt Masur, un director alemán, la frase “Cuando toca Bethoveen es como sentirte a salvo por un ratito’ y yo pensé ‘qué bella metáfora, qué bella imagen sentir que la música es un espacio en el cual colectivamente uno puede sentir algo’, ¿no?, sentir esperanza y celebración, no alegría y entretenimiento, y saborear eso. Me gusta y lo intento. Y muchas veces lo encuentro tocando en mis conciertos, porque no es que vengo de ese lugar, esa imagen de que el músico viene a dar algo, ‘les voy a dar de comer algo que como todos los días’, no, eso es una mentira. Uno está anhelando poder saborear eso también”. Barcelona y Madrid, preparen los paladares. *
* La charla completa con el Chango Spasiuk, en la que vuelve a su infancia, recuerda a sus abuelos, inmigrantes ucranianos, habla de la emigración, de su ‘exilio’ a Buenos Aires y de su actuación en el teatro Colón, entre otras cosas, se podrá leer en el próximo número de la edición papel de la revista.
CONCIERTOS:
28 de marzo, 21 horas – Centre Artesa Tradicionarius de Barcelona. 22 y 24 euros.
29 de marzo, 18.30 horas- Sala Clamores de Madrid. 18 euros.
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