Lastrado por el karma de las lesiones, Del Potro jugó el insufrible set del retiro mental. Desde lo racional, se sintió un ex tenista. Las malditas muñecas lo traicionaban. Cada intento por volver era un calvario físico y emocional. Cualquier otro deportista hubiese tirado la toalla en el ring de las pistas. ¿Qué hizo Delpo? Se jugó un ace ganador en Río de Janeiro. Y la presea de plata lo convirtió en héroe. Djokovic y Nadal sucumbieron a su brutal derecha. De repente, el fantasma del retiro se esfumó. La raqueta del tandilense era un misil indefendible para sus rivales. Partido a partido, la confianza de Delpo se tradujo en victorias. Sólo la maestría de Murray pudo frenar los sueños dorados del argentino…
En los JJOO de Río, Del Potro fue campeón sin corona. Todos fuimos Juan Martín. Todos nos sentimos identificados con su épica. Todos nos sentimos orgullosos de su gesta. Hasta los escépticos se rindieron ante el magisterio carioca de la Torre de Tandil. De la sorpresa inicial al sentimiento de pertenencia. Así mutó el ánimo del hincha. La proeza invitó a reflexiones sociológicas. ¿Por qué trasladamos nuestras cotidianas frustraciones en los deportistas de élite? Excepciones al margen, somos impiadosos en el fracaso e idolatramos en exceso en el éxito. El equilibrio no figura en el ADN argentino. O la gloria o Devoto. Por ello, resultó un fenómeno digno de estudio la empatía del hincha argentino con el subcampeonato de Del Potro. Por una vez, el segundo no fue el primero de los perdedores. Por una vez, la cultura del éxito se quedó sin argumentos. ¿Por qué enigmática razón la grey albiceleste celebró una derrota? Por cuatro sets, los exitistas quemaron los deshonrosos libros que suelen difundir cual dogma irrefutable.
A la resurrección tenística de Delpo le faltaba una esquiva maestría: la Copa Davis. El sueño se intuía quimérico. Ni el inmenso Vilas pudo con ella. Pasando por Nalbandián –jugador copero por antonomasia– y un joven Del Potro. A pronósticos derrotistas, revancha de Del Potro ante Murray en su Glasgow natal. A esa altura, el argentino jugaba como top five en cualquier superficie. Enfocado, el tandilense hizo grupo y se entregó a la estrategia del Gran Capitán Orsanic. El sueño Davis tenía parada final en Croacia. Allí, Del Potro entró en la historia grande del tenis argentino. Ganó sus dos singles y lideró al equipo a una remontada gloriosa. En Zagreb, el 2-3 que rompió el maleficio Davis tuvo dos héroes: Delpo, corazón de campeón… Y Delbo, el héroe impensado. Bajo presión, Federico Delbonis le regaló la bautismal ensaladera a la Argentina con un soberbio triunfo ante Ivo Karlovic (6-3, 6-4 y 6-2). Sueño cumplido. Y enorme lección de cara al futuro: sin equipo ni estrategia, no hay crack que valga. Aunque se llame Juan Martín Del Potro.