Si se quieren ir, pues que se marchen dicen algunos; pero no es así de sencillo porque la Constitución no lo permite, habría que cambiarla, y mientras no se haga el cambio, los deseos de independencia seguirán siendo una utopía.
Quería poner el foco en los sentimientos que está despertando esta comunidad para el resto de España; principalmente hartazgo porque un día sí y otro también las noticias solo nos hablan de esto, pero también desconcierto: ¿por qué y para qué dilapidar tiempo y energía cuando hay temas urgentes e insoslayables que atañen al día a día del ciudadano catalán?
Frente a los que piensan ‘que se vayan si así lo desean’, están los que opinan que todos deberíamos decidir si ellos pueden irse o no porque formamos un todo como país, y ninguna comunidad puede tomar esa decisión unilateralmente; se olvidan de que si ellos se marchan nos privan al resto de todo lo bueno que tienen y hacen, y si ellos nos dan la espalda se perderán todo lo que el resto les podemos ofrecer. Somos lo que somos y el mapa es el que es gracias a la suma y no a la resta.
Al leer la cita del poeta inglés John Donne que aparece en la novela de Hemingway Por quién doblan las campanas pensé que estaba escrita para Cataluña: “nadie es una isla completa en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Me parece un pensamiento bellísimo y en lugar de tanta rabia, vandalismo y repudio a España, el futuro presidente de la nación y el de Cataluña deberían sentarse a dialogar, no sin antes reconciliarse los mismos catalanes, porque entre ellos hay desgaste y cansancio y no demasiado acuerdo últimamente.
Ese diálogo debería estar precedido por la lectura de la reflexión del poeta inglés, y me gustaría ver si después de unos minutos de lirismo las reacciones serían las mismas o si por el contrario serían conscientes de lo equivocados que están y surgirían deseos de rectificación y de empezar de cero, al punto de negociar cómo seguir juntos sin dañarse los unos a los otros. Dicen que no es tiempo para la lírica, dicen que la filosofía no tiene cabida en este siglo de nuevas tecnologías, pero estoy convencida de que tanto una como otra son indispensables en este mundo tecnificado y materialista, pues así como de golpe estamos reaccionando ante nuestro planeta enfermo, así deberíamos reaccionar ante momentos de gritos e histeria. A un paso está la inconformista Inglaterra con un Parlamento que arde a diario por falta de acuerdos sobre cómo marcharse de la Comunidad Europea, pero parece que los catalanes no lo ven o les da igual, de tan ensimismados que están en su procès.