“Parecía el ánimo adecuado a aquel otoño de Buenos Aires, otoño no solo de hojas secas y de cielos grises y de lloviznas, sino también de desconcierto, de neblinoso descontento. Todos estaban recelosos de todos, las gentes hablaban lenguajes diferentes, los corazones no latían al mismo tiempo (como sucede en ciertas guerras nacionales, en ciertas glorias colectivas): había dos naciones en el mismo país, y esas naciones eran mortales enemigas, se observaban torvamente, estaban resentidas entre sí”.
El párrafo pertenece a la novela de Ernesto Sabato Sobre héroes y tumbas, una historia que transcurre en el primer lustro de la década del 50 del siglo XX. Sesenta años han pasado y parece que nada hubiera cambiado en la Argentina de las divisiones y los enfrentamientos, del todo o nada. Basta con leer los medios de uno y otro “bando” o sus discusiones en los perfiles de amigos que tenemos en Facebook para sentir que la descripción del autor bien podría trasladarse al Buenos Aires o al triste y convulsionado Tucumán de hoy.
¿Habrá alguien capaz de remediarlo? La pregunta es tan eterna como el magistral libro de Sabato. En octubre se vuelven a abrir las urnas y la esperanza renace, sea quien sea quien se quede con el sillón de la Casa Rosada. Porque como también dice el escritor en boca de uno de sus personajes: “Los argentinos somos pesimistas porque tenemos grandes reservas de esperanzas y de ilusiones, pues para ser pesimista hay que previamente haber esperado algo. Esto no es un pueblo cínico, aunque está lleno de cínicos y acomodados; es más bien un pueblo de gente atormentada, que es todo lo contrario, ya que el cínico se aviene a todo y nada le importa. Al argentino le importa todo, por todo se hace mala sangre, se amarga, protesta, siente rencor”.
Las elecciones son en primavera. No en el otoño de Martín y Alejandra, protagonistas del tremendo drama. En primavera florece y sale el sol, que tanta falta nos hace. A los votantes, pero sobre todo a los miles de inundados que lo han perdido todo, los verdaderos héroes que miran con ojos vidriosos las tumbas de sus casas. Que gane el mejor. Y que se acuerde de ellos.
[…] año se homenajea a algún ilustre de las letras, entre ellos los argentinos Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares y Juan […]